Pronto celebraremos nuestro
primer aniversario de bodas y he estado reflexionando sobre varios temas que me
gustaría compartir con ustedes desde hoy.
He leído y escuchado con
frecuencia algunas frases sobre el amor en las relaciones de pareja:
♡ "No sé si eres el amor de
mi vida, pero mientras estés en mi vida, disfrutémonos"
♡ "Cuando ya no esté
enamorada de fulanito pues se lo diré y continuaremos nuestra vida"
♡ "No creo en el amor para
siempre, creo en el amor que se trabaja día a día"
Quienes dicen esas frases por
lo general han vivido situaciones dolorosas como un divorcio (propio o de los
padres) relaciones donde no respetaron su dignidad, donde no se cultivó el
amor, relaciones donde Dios no fue invitado, entre otras. Es comprensible que
después de tanto dolor al corazón herido le cueste creer en un amor fiel, total
y fecundo.
El amor para siempre si existe, y no es una suerte que le toca a unos pocos. Todos hemos sido creados para amar y ser amados con y en la totalidad de nuestro ser. En nuestro diseño original; Dios colocó el anhelo de amar, de entregarnos al otro, de buscar su bien, y de recibir el amor de otros.
No pocas veces escuché que matrimonios jóvenes amigos
de mis padres les decían a ellos que su relación era como de otro mundo, casi
como inalcanzable, mejor dicho, que una relación así sólo la podían tener Henry
y Daxy; nadie más. Y a mí me daban ganas decirles: “¡No, no es cierto!
Justamente porque ellos lo lograron es que creo que ustedes también pueden
tener una relación así. Ustedes pueden amar más y mejor ¡No se conformen!
El Papa San Juan Pablo II les
dijo unas palabras mucho más amorosas que las mías a los argentinos en una misa
para las familias en Córdoba, en 1987: Se equivocan
quienes piensan que al matrimonio le es suficiente un amor cansinamente
mantenido; es más bien lo contrario: los casados tienen el grave deber
–contraído en sus esponsales– de acrecentar continuamente ese amor conyugal y
familiar. (ver homilía completa aquí)
Concuerdo en que el amor se
debe alimentar cada día; y al anochecer sentir que hemos amado a nuestro
cónyuge un poquito más que ayer. Como dice San Juan Pablo II: “quien no se decide a querer para siempre,
es difícil que pueda amar de veras un solo día”
Porque si somos fieles y nos
amamos en las situaciones de cada día podremos amarnos para siempre. El amor
diario se alimenta con detalles, caricias y sonrisas, pero también con actos de
servicio, con sacrificios y con perdón. Y si alimentamos el amor diariamente;
pues nos vamos a enamorar cada día más de nuestro conyugue, nunca vamos a “dejar
de estar enamorados”
Muchas veces se piensa que la fidelidad y el amor que nos prometemos el día de la boda se demuestra en su mayoría en enfermedades graves de la pareja, en situaciones económicas precarias.
Ser fieles en la cotidianidad sería: no responder con palabras hirientes cuando el otro paga su enojo del trabajo conmigo, levantarme más temprano para prepararle el desayuno a pesar de que me gustaría seguir durmiendo, callar o dejar de decir algo que le molesta a mi esposo, hacer la cama aunque no esté acostumbrado, pero lo hago porque a mi esposa le gusta, agradecerle cada día por la compañía, por cocinar la comida rica, por el abrazo y la compañía.
Esas pequeñas fidelidades son las que nos capacitan para una mayor entrega en esas situaciones retadoras de la vida. María Belén Andrada de Catholic lo resume así: Porque el “siempre” está construido por una seguidilla de “ahoras”. Hay que ser fiel en lo pequeño, día a día, para poder ser fieles siempre.
Cuando comencé a escribir estas reflexiones me topé con uno post de Lucía Martínez y en él encontré – además de inspiración- 2 frases que quiero resaltar:
La felicidad no está en la entrega, está en el amor. Luego
por amor te entregas, pero el fundamento es el amor, no el sacrificio. La
entrega está ahí, por supuesto: no te cases si no estás dispuesto a entregarte,
a tope, del todo.
Más adelante expresa la esperanza que da esa fidelidad
del amor para siempre: “la fidelidad, nos asegura que tenemos todo el tiempo de nuestras vidas
para construir el amor y aprender cada día a amar mejor.”
Me encanta el enfoque positivo que Tomás Melendo le da a la fidelidad y en
este post; nos dice que “La fidelidad es el empeño
constante por hacer crecer el amor a la persona que he prometido todo mi amor.
Se trata, precisamente de prolongar y concretar ese gran sí de la boda”
Un amor fiel sin duda es un
amor fecundo (tengan hijos o no) porque será una lámpara que ilumine a las generaciones
venideras, será una referencia de amor para los matrimonios más jóvenes, en resumen,
será reflejo del amor de Dios. Yo anhelo y le pido a Dios que Joaquin y yo
lleguemos a viejitos y podamos recibir ese premio de la vida plena del que
hablan Alberto y Trini en su Instagram.
La invitación es a ser
valientes y creer que, si podemos amar para siempre, hasta viejitos o hasta que
la muerte nos separe. Si te cuesta creer porque no tienes referencias de
matrimonios estables, felices y longevos pues te regalo la historia de mis padres que en los próximos días
celebraran 41 años de casados.
Es importante recordar que
quien nos enseña a amar de verdad es Dios, si lo amamos a ÉL primero; podremos
amar más y mejor a nuestro esposo. María Belén Andrada lo explica con detalle:
No son amores incompatibles: cuanto más amemos a Dios, más y mejor podremos amar al otro, cuanto más metidos estemos en Dios, más nos volcaremos a atender y apreciar al otro. Él nos enseña el Amor, nos enseña sobre la entrega, sobre la humildad, sobre la generosidad, sobre la paciencia… por eso, para cultivar el amor en el noviazgo o en el matrimonio, lo primero será siempre cultivar la relación con Dios, y pedir mucho por la otra persona, para que puedan recorrer juntos el camino hacia Él. La santidad de tu cónyuge es parte de tu responsabilidad en el matrimonio.
Amar es una decisión y ahora más que nunca estamos invitados a tomar esa decisión; porque en la cultura actual se habla mucho del miedo al compromiso y a los vínculos duraderos. Pero hay esperanza, con Dios si se puede.
“Todos los días de mi vida” parece mucho, pero cuando se ama de veras se hace muy corto. El amor es una decisión y la fidelidad a esa decisión es lo que hace sólido al amor. Mechi Richards.
Gracias por leerme.
Con amor, Rosana.
Pronto celebraremos nuestro
primer aniversario de bodas y he estado reflexionando sobre varios temas que me
gustaría compartir con ustedes desde hoy.
He leído y escuchado con
frecuencia algunas frases sobre el amor en las relaciones de pareja:
♡ "No sé si eres el amor de
mi vida, pero mientras estés en mi vida, disfrutémonos"
♡ "Cuando ya no esté
enamorada de fulanito pues se lo diré y continuaremos nuestra vida"
♡ "No creo en el amor para
siempre, creo en el amor que se trabaja día a día"
Quienes dicen esas frases por
lo general han vivido situaciones dolorosas como un divorcio (propio o de los
padres) relaciones donde no respetaron su dignidad, donde no se cultivó el
amor, relaciones donde Dios no fue invitado, entre otras. Es comprensible que
después de tanto dolor al corazón herido le cueste creer en un amor fiel, total
y fecundo.
El amor para siempre si existe, y no es una suerte que le toca a unos pocos. Todos hemos sido creados para amar y ser amados con y en la totalidad de nuestro ser. En nuestro diseño original; Dios colocó el anhelo de amar, de entregarnos al otro, de buscar su bien, y de recibir el amor de otros.
No pocas veces escuché que matrimonios jóvenes amigos
de mis padres les decían a ellos que su relación era como de otro mundo, casi
como inalcanzable, mejor dicho, que una relación así sólo la podían tener Henry
y Daxy; nadie más. Y a mí me daban ganas decirles: “¡No, no es cierto!
Justamente porque ellos lo lograron es que creo que ustedes también pueden
tener una relación así. Ustedes pueden amar más y mejor ¡No se conformen!
El Papa San Juan Pablo II les
dijo unas palabras mucho más amorosas que las mías a los argentinos en una misa
para las familias en Córdoba, en 1987: Se equivocan
quienes piensan que al matrimonio le es suficiente un amor cansinamente
mantenido; es más bien lo contrario: los casados tienen el grave deber
–contraído en sus esponsales– de acrecentar continuamente ese amor conyugal y
familiar. (ver homilía completa aquí)
Concuerdo en que el amor se
debe alimentar cada día; y al anochecer sentir que hemos amado a nuestro
cónyuge un poquito más que ayer. Como dice San Juan Pablo II: “quien no se decide a querer para siempre,
es difícil que pueda amar de veras un solo día”
Porque si somos fieles y nos
amamos en las situaciones de cada día podremos amarnos para siempre. El amor
diario se alimenta con detalles, caricias y sonrisas, pero también con actos de
servicio, con sacrificios y con perdón. Y si alimentamos el amor diariamente;
pues nos vamos a enamorar cada día más de nuestro conyugue, nunca vamos a “dejar
de estar enamorados”
Muchas veces se piensa que la fidelidad y el amor que nos prometemos el día de la boda se demuestra en su mayoría en enfermedades graves de la pareja, en situaciones económicas precarias.
Ser fieles en la cotidianidad sería: no responder con palabras hirientes cuando el otro paga su enojo del trabajo conmigo, levantarme más temprano para prepararle el desayuno a pesar de que me gustaría seguir durmiendo, callar o dejar de decir algo que le molesta a mi esposo, hacer la cama aunque no esté acostumbrado, pero lo hago porque a mi esposa le gusta, agradecerle cada día por la compañía, por cocinar la comida rica, por el abrazo y la compañía.
Esas pequeñas fidelidades son las que nos capacitan para una mayor entrega en esas situaciones retadoras de la vida. María Belén Andrada de Catholic lo resume así: Porque el “siempre” está construido por una seguidilla de “ahoras”. Hay que ser fiel en lo pequeño, día a día, para poder ser fieles siempre.
Cuando comencé a escribir estas reflexiones me topé con uno post de Lucía Martínez y en él encontré – además de inspiración- 2 frases que quiero resaltar:
La felicidad no está en la entrega, está en el amor. Luego
por amor te entregas, pero el fundamento es el amor, no el sacrificio. La
entrega está ahí, por supuesto: no te cases si no estás dispuesto a entregarte,
a tope, del todo.
Más adelante expresa la esperanza que da esa fidelidad
del amor para siempre: “la fidelidad, nos asegura que tenemos todo el tiempo de nuestras vidas
para construir el amor y aprender cada día a amar mejor.”
Me encanta el enfoque positivo que Tomás Melendo le da a la fidelidad y en
este post; nos dice que “La fidelidad es el empeño
constante por hacer crecer el amor a la persona que he prometido todo mi amor.
Se trata, precisamente de prolongar y concretar ese gran sí de la boda”
Un amor fiel sin duda es un
amor fecundo (tengan hijos o no) porque será una lámpara que ilumine a las generaciones
venideras, será una referencia de amor para los matrimonios más jóvenes, en resumen,
será reflejo del amor de Dios. Yo anhelo y le pido a Dios que Joaquin y yo
lleguemos a viejitos y podamos recibir ese premio de la vida plena del que
hablan Alberto y Trini en su Instagram.
La invitación es a ser
valientes y creer que, si podemos amar para siempre, hasta viejitos o hasta que
la muerte nos separe. Si te cuesta creer porque no tienes referencias de
matrimonios estables, felices y longevos pues te regalo la historia de mis padres que en los próximos días
celebraran 41 años de casados.
Es importante recordar que
quien nos enseña a amar de verdad es Dios, si lo amamos a ÉL primero; podremos
amar más y mejor a nuestro esposo. María Belén Andrada lo explica con detalle:
No son amores incompatibles: cuanto más amemos a Dios, más y mejor podremos amar al otro, cuanto más metidos estemos en Dios, más nos volcaremos a atender y apreciar al otro. Él nos enseña el Amor, nos enseña sobre la entrega, sobre la humildad, sobre la generosidad, sobre la paciencia… por eso, para cultivar el amor en el noviazgo o en el matrimonio, lo primero será siempre cultivar la relación con Dios, y pedir mucho por la otra persona, para que puedan recorrer juntos el camino hacia Él. La santidad de tu cónyuge es parte de tu responsabilidad en el matrimonio.
Amar es una decisión y ahora más que nunca estamos invitados a tomar esa decisión; porque en la cultura actual se habla mucho del miedo al compromiso y a los vínculos duraderos. Pero hay esperanza, con Dios si se puede.
“Todos los días de mi vida” parece mucho, pero cuando se ama de veras se hace muy corto. El amor es una decisión y la fidelidad a esa decisión es lo que hace sólido al amor. Mechi Richards.
Gracias por leerme.
Con amor, Rosana.